A bite of literature.

lunes, 28 de abril de 2008


A bite of Borges



En la hora de angustia y de luz vaga,
En su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?

El castillo Blanco

sábado, 26 de abril de 2008

“Un buen libro es aquel que se abre con expectación y se cierra con provecho”
Louise M. Normand


Como todos los que me conocen saben. Este su humilde “posteador” (si "posteador", se que la palabra en cuestión no existe pero la verdad no me importa) es lector hedónico por convicción y bibliómano empedernido por tragedia y condición. ¿Qué puedo hacer? me gusta los libros. El percibir el olor a libro nuevo mientras me dedico a palpar las páginas de una buena edición, en la comodidad de un café o mi propia sala me causa un placer difícil de describir.



Hoy les presumo mi última adquisición:




El castillo Blanco
Orhan Pamuk

Si bien el libro en cuestión viene tristemente en presentación de pasta rustica, la imagen de Suleiman II como ilustración de portada,la acertada elección de los colores para el lomo y contraportada así como tipografías bastante cómodas, hacen que la edición presentada por Mondadori sea bastante buena.


La trama si bien desconocida en este momento para mi, queda excelentemente bosquejada en la contraportada:

“Un joven científico italiano es capturado por piratas cuando viaja de Venecia a Nápoles. Poco después es vendido como esclavo a un sabio turco deseoso de conocer los avances científicos de Occidente. Ambientada en la Turquía del siglo XVII, El castillo blanco cuenta la extraordinaria historia de estos dos hombres, que curiosamente guardan un gran parecido físico.

Una fascinante exploración de la identidad, del fatídico pulso entre tradición y modernidad, y del destino del intelectual a través de la relación que surge entre ambos personajes” fin de la cita

Y es así que hoy comienzo la lectura de “El castillo blanco” el libro que hizo famoso al escritor turco Orham Pamuk ganador del Premio Nobel de literatura en 2006.

Ya les contare después que me pareció.

P.D. aquí les dejo el enlace a la página oficial de la Fundación Nobel

¿Quienes clausuran los congresos?

sábado, 19 de abril de 2008

El otro día mientras miraba la televisión, me tope con el siguiente Spot, comercial, capsula o como ustedes mis nulos lectores decidan llamar al siguiente video.





Algo que me pareció chistoso fue el comentario de uno de los usuarios de este portal de videos un tal hoolliann62 que en lugar de desmentir o ya de plano justificar el hecho de que el FAP tenia secuestrado El congreso se limito a postear lo siguiente:

“Todos ellos fueron de derecha, igual que el PAN.”

Y claro esta que después de este derroche de elocuencia y argumentación por parte de hoolliann62, lo menos que podía hacer era postear en este mi humilde blog tan excelsa obra del comentario político Mexicano (junto con mi respuesta claro esta).


Respuesta de Pao Yu a hoolliann62



Mi querido y PRDdor hoolliann62 , no es que piense que tu eres un ignorante ni mucho menos, pero debo de hacerte notar que movimientos como el de Adolfo H. en Alemania y Benito Mussolini en Italia, son al igual que el movimiento de Andrés López alias “el Mesías de Macuspana” movimientos ultra nacionalistas. El FAP y el Partido Nacional Socialista Alemán (NAZI) o el partido fascista Italiano tienen bastantes puntos de encuentro en cuanto a sus métodos e ideología.

Pero no me creas a mí, bastara con que leas cosas diferentes a la “Jornada” para darte cuenta.

Tu declaración no necesitaba incluir el adjetivo "derecha." Todos los dictadores violan los derechos humanos y se enriquecen ilícitamente (Sean de derecha o no). El abuso de autoridad y la discrecionalidad en el uso de los recursos públicos es una condición inherente a toda dictadura y recuerda que también tenemos dictadores de izquierda ya que a lo largo de los años la “izquierda” mundial ha dado al mundo gente del mismo talante “democrático” de AMLO y el PRD, excelsos caudillos del pueblo como fueron:

Stalin en la URSS, Mao en China, Pol Pot en Camboya y por supuesto Kim Yong il en corea del norte.

Todos dictadores, todos de izquierda, todos Genocidas y supongo tristemente todos ídolos tuyos.

Posdata: si a ti o a cualquier otro no le gusta lo que opino de clic aquí.

Sigur Ros "Untitled" Simplemente sin palabras…

lunes, 14 de abril de 2008

Sencillamente uno de mis videos favoritos.

Escuchar con los ojos

domingo, 13 de abril de 2008

Hoy solo traigo para ti mi “nulo”, lector dos poemas que considero fueron los causantes de que me empezara a gustar ese otro mundo que algunos llaman poesía. el primero el que a mi gusto es el mejor poema de Borges, el segundo, un soneto de Francisco de Quevedo.

El golem


Si (como afirma el griego en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de 'rosa' está la rosa
y todo el Nilo en la palabra 'Nilo'.

Y, hecho de consonantes y vocales,
habrá un terrible Nombre, que la esencia
cifre de Dios y que la Omnipotencia
guarde en letras y sílabas cabales


Adán y las estrellas lo supieron
en el Jardín. La herrumbre del pecado
(dicen los cabalistas) lo ha borrado
y las generaciones lo perdieron.


Los artificios y el candor del hombre
no tienen fin. Sabemos que hubo un dí
aen que el pueblo de Dios buscaba el Nombre
en las vigilias de la judería.

No a la manera de otras que una vaga
sombra insinúan en la vaga historia,
aún está verde y viva la memoria
de Judá León, que era rabino en Praga.


Sediento de saber lo que Dios sabe,
Judá León se dió a permutaciones
de letras y a complejas variaciones
y al fin pronunció el Nombre que es la Clave,


la Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,
sobre un muñeco que con torpes manos
labró, para enseñarle los arcanos
de las Letras, del Tiempo y del Espacio.

El simulacro alzó los soñolientos
párpados y vio formas y colores
que no entendió, perdidos en rumores
y ensayó temerosos movimientos.

Gradualmente se vio (como nosotros)
aprisionado en esta red sonora
de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,
Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.


El cabalista que ofició de numen
a la vasta criatura apodó Golem;
estas verdades las refiere Scholem
en un docto lugar de su volumen.)


El rabí le explicaba el universo
"esto es mi pie; esto el tuyo, esto la soga."
y logró, al cabo de años, que el perverso
barriera bien o mal la sinagoga.

Tal vez hubo un error en la grafía
o en la articulación del Sacro Nombre;
a pesar de tan alta hechicería,
no aprendió a hablar el aprendiz de hombre.

Sus ojos, menos de hombre que de perro
y harto menos de perro que de cosa,
seguían al rabí por la dudosa
penumbra de las piezas del encierro.


Algo anormal y tosco hubo en el Golem,
ya que a su paso el gato del rabino
se escondía. (Ese gato no está en Scholem
pero, a través del tiempo, lo adivino.)


Elevando a su Dios manos filiales,
las devociones de su Dios copiaba
o, estúpido y sonriente, se ahuecaba
en cóncavas zalemas orientales.


El rabí lo miraba con ternura
y con algún horror. '¿Cómo' (se dijo)'
pude engendrar este penoso hijo
y la inacción dejé, que es la cordura?'

¿Por qué di en agregar a la infinita
serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana
madeja que en lo eterno se devana,
di otra causa, otro efecto y otra cuita?'


En la hora de angustia y de luz vaga,
en su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?




Desde la torre


Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.

Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.

Las grandes almas que la muerte ausenta,
de injurias de los años, vengadora,
libra, ¡oh, gran don Iosef!, docta la emprenta.

En fuga irrevocable hoye la hora;
pero aquélla el mejor cálculo cuenta
que en la lección y estudios nos mejora.


Francisco de Quevedo

Borges y las Matematicas.

sábado, 12 de abril de 2008


Antes de entrar en materia, me gustaría invitar a mis nulos lectores a la 1ª Semana Internacional de la Estadística y la Probabilidad, que se llevara acabo en mi facultad del 14 al 18 de Julio.

Si te interesa pincha AQUÍ


Como tu querido lector sabes, pocos son los temas que no abordo Borges a lo largo de su vida, y las Matemáticas no fueron la excepción. Borges estudió matemática durante varios años, principalmente a través de la visión logicista de Bertrand Russell. Conceptos como “el laberinto” y el “infinito” serian recurrentes en la obra de Borges, es por esto que el día de hoy decidí postear el siguiente relato:



El jardín de los senderos que se bifurcan



A Victoria Ocampo



En la página 242 de la Historia de la Guerrra Europea de Lidell Hart, se lee que una ofensiva de trece divisiones británicas (apoyadas por mil cuatrocientas piezas de artillería) contra la línea Serre-Montauban había sido planeada para el 24 de julio de 1916 y debió postergarse hasta la mañana del día 29. Las lluvias torrenciales (anota el capitán Lidell Hart) provocaron esa demora —nada significativa, por cierto. La siguiente declaración, dictada, releída y firmada por el doctor Yu Tsun, antiguo catedrático de inglés en la Hochschule de Tsingtao, arroja una insospechada luz sobre el caso. Faltan las dos páginas iniciales.








“... y colgué el tubo. Inmediatamente después, reconocí la voz que había contestado en alemán. Era la del capitán Richard Madden. Madden, en el departamento de Viktor Runeberg, quería decir el fin de nuestros afanes y —pero eso parecía muy secundario, o debería parecérmelo— también de nuestras vidas. Quería decir que Runeberg había sido arrestado o asesinado[1]. Antes que declinara el sol de ese día, yo correría la misma suerte. Madden era implacable. Mejor dicho, estaba obligado a ser implacable. Irlandés a las órdenes de Inglaterra, hombre acusado de tibieza y tal vez de traición ¿cómo no iba a brazar y agradecer este milagroso favor: el descubirmiento, la captura, quizá la muerte de dos agentes del Imperio Alemán? Subí a mi cuarto; absurdamente cerré la puerta con llave y me tiré de espaldas en la estrecha cama de hierro. En la ventana estaban los tejados de siempre y el sol nublado de las seis. Me pareció increíble que es día sin premoniciones ni símbolos fuera el de mi muerte implacable. A pesar de mi padre muerto, a pesar de haber sido un niño en un simétrico jardín de Hai Feng ¿yo, ahora, iba a morir? Después reflexioné que todas las cosas le suceden a uno precisamente, precisamente ahora. Siglos de siglos y sólo en el presente ocurren los hechos; innumerables hombres en el aire, en la tierra y el mar, y todo lo que realmente me pasa me pasa a mí... El casi intolerable recuerdo del rostro acaballado de Madden abolió esas divagaciones. En mitad de mi odio y de mi terror (ahora no me importa hablar de terror: ahora que he burlado a Richard Madden, ahora que mi gasrganta anhela la cuerda) pensé que ese guerrero tumultuoso y sin duda feliz no sospechaba que yo poseía el Secreto. El nombre del preciso lugar del nuevo parque de artillería británico sobre el Ancre.Un pájaro rayó el cielo gris y ciegamente lo traduje en un aeroplano y a ese aeroplano en mucho (en el cielo francés) aniquilando el parque de artillería con bombas verticales. Si mi boca, antes que la dehiciera un balazo, pudiera gritar ese nombre de modo que los oyeran en Alemania... Mi voz humana era muy pobre. ¿Cómo hacerla llegar al oído del Jefe? Al oído de aquel hombre enfermo y odioso, que no sabía de Runeberg y de mí sino que estábamos en Staffordshire y que en vano esperaba noticias nuestras en su árida oficina de Berlín, examinando infinitamente periódicos... Dije en voz alta: Debo huir. Me incorporé sin ruido, en una inútil perfección de silencio, como si Madden ya estuviera acechándome. Algo -tal vez la mera ostentación de probar que mis recursos eran nulos—me hizo revisar mis bolsillos. Encontré lo que sabía que iba a encontrar. El reloj norteamericano, la cadena de níquel y la moneda cuadrangular, el llavero con las comprometedoras llaves inútiles del departamento de Runeberg, la libreta, un carta que resolví destruir inmediatamente (y que no destruí), el falso pasaporte, una corona, dos chelines y unos peniques, el lápiz rojo-azul, el pañuelo, el revólver con una bala. Absurdamente lo empuñé y sopesé para darme valor. Vagamente pensé que un pistoletazo puede oírse muy lejos. En diez minutos mi plan estaba maduro. La guía telefónica me dio el nombre de la única persona capaz de transmitir la noticia: viviía n un suburbio de Fenton, a menos de media hora de tren.







Soy un hombre cobarde. Ahora lo digo, ahora que he llevado a término un plan que nadie no calificará de arriesgado. Yo sé que fue terrible su ejecución. No lo hice por Alemania, no. Nada me importa un país bárbaro, que me ha obligado a la abyección de ser un espía. Además, yo sé de un hombre de Inglaterra —un hombre modesto— que para mí no es menos que Goethe. Arriba de una hora no hablé con él, pero durante una hora fue Goethe... Lo hice, porque yosentía que el Jefe tenía en poco a los de mi raza -a los innumerables antepasados que confluyen en mí. Yo quería probarle que un amarillo podía salvar a sus ejércitos. Además, yo debía huir del capitán. Sus manos y su voz podían golpear en cualquier momento a mi puerta. Me vestí sin ruido, me dije adiós en el espejo, bajé, escudriñé la calle tranquila y salí. La estación no distaba mucho de casa, pero juzgué preferible tomar un coche. Argüí que así corría menos peligro de ser reconocido; el hecho es que en la calle desierta me sentía visible y vulnerable, infinitamente. Recurdo que le dije al cochero que se detuviera un poco antes de la entrada central. Bajé con lentitud voluntaria y casi penosa; iba a la aldea de Ashgove, pero saqué un pasaje para una estación más lejana. El tren salía dentro de muy pocos minutos, a las ocho y cincuenta. Me apresuré: el próximo saldría a las nueve y media. No había casi nadie en el andén. Recorrí los coches: recuerdo a unos labradores, una enlutada, un joven que leía con fervor los Anales de Tácito, un sodado herido y feliz. Los coches arrancaron al fin. Un hombre que reconocí corrió en vano hasta el límite del andén. Era el capitán Richard Madden.







Aniquilado, trémulo, me encogí en la otra punta del sillón, lejos del temido cristal.
De esa aniquilación pasé a una felicidad casi abyecta. Me dije que estaba empeñado mi duelo y que yo había ganado el primer asalto, al burlar, siquiera por cuarenta minutos, siquiera por un favor del azar, el ataque de mi adversario. Argüi que no era mínima, ya que sin esa diferencia preciosa que el horario de trenes me deparaba, yo estaría en la cárcel, o muerto. Argüí (no menos sofísticamente) que mi felicidad cobarde probaba que yo era hombre capaz de llevar a buen término la aventura. De esa debilidad saqué fuerzas que no me abandonaron. Preveo que el hombre se resignarña cada día a empresas más atroces; pronto no habrá sino guerreros y bandoleros; les doy este consejo: El ejecutor de una empresa atroz debe imaginar que ya la ha cumplido, debe imponerse un porvenir que sea irrevocable como el pasado. Así procedí yo, mentras mis ojos de hombre ya muerto registraban la fluencia de aquel día que era tal vez el último, y la difusión de la noche. El tren corría con dulzura, entre fresnos. Se detuvo, casi en medio del campo. Nadie gritó el nombre de la estación. ¿Ashgrove? les pregunté a unos chicos en el andén. Ashgrove, contestaron. Bajé. Una lámpara ilustraba el andén, pero las caras de los niños quedaban en la zona de la sombra. Uno me interrogó: ¿Usted va a casa del doctor Stephen Albert?. Sin aguardar contestación, otro dijo: La case queda lejos de aquí, pero usted no se perderá si toma ese camino a la izquierda y en cada encrucijada del camino dobla a la izquierda. Les arrojé una moneda (la última), bajé unos escalones de piedra y entré en el solitario camino. Éste, lentamente, bajaba. Era de tierra elemental, arriba se confundían las ramas, la luna baja y circular parecía acompañarme. Por un instante, pensé que Richard Madden había penetrado de algún modo mi desesperado propósito. Muy pronto comprendí que eeso era imposible. El consejo de siempre doblar a la izquierda me recordó que tal era el procedimiento común para descubrir el patio central de ciertos laberintos.







Algo entiendo de laberintos: no en vano soy bisnieto de aquel Ts'ui Pên, que fue gobernador de Yunnan y que renunció al poder temporal para escribir una novela que fuera todavía más populosa que el Hung Lu Meng y para edificar un laberinto en el que se perdieran todos los hombres. Trece años dedicó a esas heterogéneas fatigas, pero la mano de un forastero lo asesinó y su novela era insensata y nadie encontró el laberinto. Bajo árboles ingleses medité en ese laberinto perdido: lo imaginé inviolado y perfecto en la cumbre secreta de una montaña, lo imaginé borrado por arrozales o debajo del agua, lo imaginé infinito, no ya de quioscos ochavados y de sendas que vuelven, sino de ríos y provincias y reinos... Pensé en un laberintode laberintos, en un sinuoso laberinto creciente que abarcara el pasado y el porvenir y que implicara de algún modo los astros. Absorto en esas ilusorias imágenes , olvidé mi destino de perseguido. Me sentí, por un tiempo indeterminado, percibidor abstracto del mundo. El vago y vivo campo, la luna, los restos de la tarde, obraron en mí; asimismo el declive que eliminaba cualquier posibilidad de cansancio. La tarde era íntima, infinita.El camino bajaba y se bifurcaba, entre las ya confusas praderas. Una música aguda y como silábica se aproximaba y se alejaba en el vaivén del viento, empañada de hojas y de distancia. Pensé que un hombre puede ser enemigo de otros hombres, de otros momentos de otros hombres, pero no de un país: no de luciérnagas, palabras, jardines,cursos de agua, ponientes. Llegué, así, a un alto portín herrumbrado. Entre las rejas descifré una alameda y una especie de pabellón. Comprendí, de pronto, dos cosas, la primera trivial, la segunda casi increíble: la música venía del pabellón, la música era china. Por eso, yo la había aceptado con plenitud, sin prestarle atención. No recuerdo si había una campana o un timbre o si llamé golpeando las manos. El chisporroteo de la música prosiguió. Pero del fondo de la íntima casa un farol se acercaba: un farol que rayaban y a ratos anulaban los troncos, un farol de papel, que tenía la forma de los tambores y el color de la luna. Lo traía un hombre alto. No vi su rostro, porque me cegaba la luz. Abrió el portón y dijo lentamente en mi idioma:






—Veo que el piadoso Hsi P'êng se empeña en corregir mi soledad. ¿Usted sin duda querrá ver el jardín?
Reconocí el nombre de uno e nuestros cónsules y repetí desconcertado:
—¿El jardín?
—El jardín de los senderos que se bifurcan-
Algo se agitó en mi recuerdo y pronuncié con incomprensible seguridad:
—El jardín e mi antepasado Ts'ui Pên.
—¿Su antepasado? ¿Su ilustre antepasado? Adelante.
El húmedo sendero zigzagueaba como los de mi infancia. Llegamos a una biblioteca de libros orientales y occidentales. Reconocí, encuadernados en seda amarilla, algunos tomos manuscritos de la Enciclopedia Perdida que dirigió el Tercer Emperador e la Dinastía Luminosa y que no se dio nunca a la imprenta. El disco del gramófono giraba junto a un fénix de bronce. Recuerdo también un jarrón de la familia rosa y otro, anterior de muchos siglos, de ese color azul que nuestros antepasados copiaron de los alfareros de Persia...
Stephen Albert me observaba, sonriente. Era (ya lo dije) muy alto, de rasgos afilados, de ojos grises y barba gris. Algo de sacerdote había en él y también de marino; después me refirió que había sido misionero en Tientsin “antes de aspirar a sinólogo”.
Nos sentamos; yo en un largo y bajo diván; él de espaldas a la ventana y a un alto reloj circular. Computé que antes de una hora no llegaría mi perseguidor, Richard Madden. Mi determinación irrevocable podía esperar.
Asombroso destino el de Ts'ui Pên —dijo Stephen Albert—.
—Gobernador de us provincia natal, docto en astronomía, en astrología y enm la interpretación infatigable de los libros canónicos, ajedrecista, famoso poeta y calígrafo: todo lo abandonó para componer un libro y un laberinto. Renunció a los placeres de la opresión, de la justicia, del numeroso lecho, de los banquetes y aun de la erudición y se enclaustró durante trece años en el Pabellón de la Límpida Soledad. A su muerte, los herederos no encontraron sino manuscritos caóticos. La familia, como acaso no ignora, quiso adjudicarlos al fuego; pero su albacea —un monje taoísta o budista— insistió en la publicación. —Los de la sangre de Ts'ui Pên -repliqué— seguimos execrando a ese moje. Esa publicación fue insensata. El libro es un acervo indeciso de borradores contradictorio. Lo he examinado alguna vez: en el tercer capítulo muere el héroe, en el cuarto está vivo. En cuanto a la otra empresa de Ts'ui Pên, a su Laberinto...







-Aquí está el Laberinto -dijo indicándome un alto escritorio laqueado.
—¡Un laberinto de marfil! -exclamé-. Un laberinto mínimo...
—Un laberinto de símbolos -corrigió-. Un invisible laberinto de tiempo.
A mí, bárbaro inglés, me ha sido deparado revelar ese misterio diáfano. Al cabo de más de cien años, los pormenores son irrecuperables, pero no es difícil conjeturar lo que sucedió. Ts'ui Pên diría una vez: Me retiro a escribir un libro. Y otra: Me retiro a construir un laberinto. Todos imaginaron dos obras; nadie pensó que libro y laberinto eran un solo objeto. El Pabellón de la Límpida Soledad se erguía en el centro de un jardín tal vez intrincado; el hecho puede haber sugerido a los hombres un laberinto físico. Ts'ui Pên murió; nadie, en las dilatadas tierras que fueron suyas, dio con el laberinto. Dos circunstancias me dieron la recta solución del problema. Una: la curiosa leyenda de que Ts'ui Pên se había propuesto un laberinto que fuera estrictamente infinito. Otra: un fragmento de una carta que descubrí.
Albert se levantó. Me dio, por unos instantes, la espalda; abrió un cajón del áureo y renegrido escritorio. Volvió con un papel antes carmesí; ahora rosado y tenue y cuadriculado. Era justo el renombre caligráfico de Ts'ui Pên. Leí con incomprensión y fervor estas palabras que con minucioso pincel redactó un hombre de mi sangre: Dejo a los varios porvenires (no a todos) mi jardín de senderos que se bifurcan. Devolví en silencio la hoja.







Albert prosiguió:
—Antes de exhumar esta carta, yo me había preguntado de qué manera un libro puede ser infinito. No conjeturé otro procedimiento que el de un volumen cíclico, circular. Un volumen cuya última página fuera idéntica a la primera, con posibilidad de continuar indefinidamente. Recordé también esa noche que está en el centro de Las 1001 Noches, cuando la reina Shahrazad (por una mágica distracción del copista) se pone a referir textualmente la historia de Las 1001 Noches, con riesgo de llegar otra vez a la noche en que la refiere, y así hasta lo infinito. Imaginé también una obra platónica, hereditaria, transmitida de padre a hijo, en la que cada nuevo individuo agregara un capítulo o corrigiera con piadoso cuidado la página de sus mayores. Esas conjeturas me distrajeron; pero ninguna me parecía corresponder, siquiera de un modo remoto, a los contradictorios capítulos de Tsúi Pên. En esa perplejidad, me remitieron de Oxford el manuscrito que usted ha examinado.Me detuve, como es natural, en la frase: Dejo a los varios porvenires (no a todos) mi jardín de senderos que se bifurcan. Casi en el acto comprendí; el jardín de los senderos que se bifurcan era la novela caótica; la frase varios porvenires (no a todos) me sugirió la imagen de la bifurcación en el tiempo, no en el espacio. La relectura general de la obra confirmó esa teoría. En todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las otras; en la del casi inextricable Ts'ui Pên, opta —simultáneamente— por todas. Crea, así, diversos porvenires, diversos tiempos, que también, proliferan y se bifurcan. De ahí las contradicciones de la novela. Fang, digamos, tiene un secreto; un desconocido llama a su puerta; Fang resuelve matarlo. Naturalmente, hay varios desenlaces posibles: Fang puede matar al intruso, el intruso puede matar a Fang, ambos pueden salvarse, ambos pueden morir, etcétera. En la obra de Ts'ui Pên, todos los desenlaces ocurren; cada uno es el punto de partida de otras bifurcaciones.Alguna vez, los senderos de ese laberinto convergen; por ejemplo, usted llega a esta casa, pero en uno de los pasados posibles usted es mi enemigo, en otro mi amigo. Si se resigna usted a mi pronunciación incurable, leeremos unas páginas.







Su rostro, en el vívido círculo de la lámpara, era sin duda el de un anciano, pero con algo inquebrantable y aun inmortal. Leyó con lenta precisión dos redacciones de un mismo capítulo épico. En la primera un ejército marcha hacia una batalla a través de una montaña desierta; el horror de las piedras y de la sombra le hace menospreciar la vida y logra con facilidad la victoria; en la segunda, el mismo ejército atraviesa un palacio en el que hay una fiesta; la resplandeciente batalla le parece una continuación de la fiesta y logran la victoria. Yo oía con decente veneración esas viejas ficciones, acaso menos admirables que el hecho de que las hubiera ideado mi sangre y de que un hombre de un imperio remoto me las restituyera, en el curso de un desesperada aventura, en una isla occidental. Recuerdo las palabras finales, repetidas en cada redacción como un mandamiento secreto: Así combatieron los héroes, tranquilo eñ admirable corazón, violenta la espada, resignados a matar y morir.







Desde ese instante, sentí a mi alrededor y en mi oscuro cuerpo una invisible, intangible pululación. No la pululación de los divergentes, paralelos y finalmente coalescentes ejércitos, sino una agitación más inaccesible, más íntima y que ellos de algún modo prefiguraban. Stephen Albert prosiguió:
— — No creo que su ilustre antepasado jugara ociosamente a las variaciones. No juzgo verosímil que sacrificara trece años a la infinita ejecución de un experimento retórico. En su país, la novela es un género subalterno; en aquel tiempo era un género despreciable. Ts'ui Pên fue un novelista genial, preo también fue un hombre de letras que sin duda no se consideró un mero novelista. El testimonio de sus contemporáneos proclama —y harto lo confirma su vida— sus aficiones metafísicas, místicas. La controversia filosófica usurpa buena parte de su novela. Sé que de todos los problemas, ninguno lo inquietó y lo trabajó como el abismal problema del tiempo. Ahora bien, ése es el único problema que no figura en las páginas del Jatdín. Ni siquiera usa la palabra que quiere decir tiempo. ¿Cómo se explica usted esa voluntaria omisión?
Propuse varias soluciones; todas, insuficientes. Las discutimos; al fin, Stephen Albert me dijo:
—En una adivinanza cuyo tema es el ajedrez ¿cuál es la única palabra prohibida?
Refelxioné un momento y repuse:
—La palabra ajedrez.
—Precisamente -dijo Albert-, El jardín de los senderos que se bifurcan es una enorme adivinanza, o parábola, cuyo tema es el espacio; esa causa recóndita le prohíbe la mención de su nombre. Omitir siempre una palabra, recurrir a metáforas ineptas y a perífrasis evidentes, es quizá el modo más enfático de indicarla. Es el modo tortuoso que prefirió, en cadda uno de los meandros de su infatigable novela, el oblicuo Ts'ui Pên. He confrontado centenares de manuscritos, he corregido los errores que la negligencia de los copistas ha introducido, he conjeturado el plan de ese caos, he restablecido, he creído restablecer, el orden primordial, he traducido la obra entera: me consta que no emplea una sola vez la palabra tiempo. La explicación es obvia:El jardín de los senderos que se bifurcan es una imágen incompleta, pero no falsa, del universo tal como lo concebía Ts'ui Pên. A diferencia de Newton y de Schopenhauer, su antepasado no creía en un tiempo uniforme, absoluto. Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas la posibilidades. No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunos existe usted y no yo; en otros, yo, no usted; en otros, los dos. En éste, que un favorable azar me depara, usted ha llegado a mi casa; en otro, usted, al atravezar el jardín, me ha encontrado muerto; en otro, yo digo estas mismas palabras, pero soy un error, un fantasma.







—En todos —articulé no sin un temblor— yo agradezco y venero su recreación del jardín de Ts'ui Pên.
—No en todos -murmuró con una sonrisa-. El tiempo se bifurca perpetuamente hacia innumerables futuros. En uno de ellos soy su enemigo.
Volví a sentir esa pululación de que hablé. Me pareció que el húmedo jardín que rodeaba la casa estaba saturado hasta lo infinito de invisbles personas. Esas personas eran Albert y yo, secretos, atareados y multiformes en otras dimensiones de tiempo. Alcé los ojos y la tenue pesadilla se disipó. En el amarillo y negro jardín había un solo hombre; pero ese hombre era fuerte como una estatua, pero ese hombre avanzaba por el sendero y era el capitán Richard Madden.
—El porvenir ya existe —respondí—, pero yo soy su amigo. ¿Puedo examinar de nuevo la carta?
Albert se levantó. Alto, abrió el cajón del alto escritorio; me dio por un momento la espalda. Yo había preparado el revólver. Disparé con sumo cuidado: Albert se desplomó sin una queja, inmediatamente. Yo juro que su muerte fue instantánea: una fulminación.
Lo demás es irreal, insignificante. Madden irrumpió, me arrestó. He sido condenado a la horca. Abominablemente he vencido: he comunicado a Berlín el secreto nombre de la ciudad que deben atacar. Ayer la bombardearon; lo leí en los mismos periódicos que propusierona Inglaterra el enigma de que el sabio sinólogo Stephen Albert muriera asesinado por un desconocido, Yu Tsun. El Jefe ha descifrado ese enigma. Sabe que mi problema era indicar (a través del estrépito de la guerra) la ciudad que se llama Albert y que no hallé otro medio que matar a una persona con ese nombre. No sabe (nadie puede saber) mi innumerable contrición y cansancio.

















[1] Hipótesis odiosa y estrafalaria. El espía prusiano Hans Rabener alias Viktor Runeberg agredió con una pistola automática al portador de la orde de arrestro, capitán Richard Madden. Éste, en defensa propia, le causó heridas que determinaron su muerte.

Comics, comics y más comics II.

martes, 8 de abril de 2008













A su manera este libro es muchos libros, pero sobre todo es dos libros...

lunes, 7 de abril de 2008

Rayuela ha sido desde siempre uno de mis libros favoritos.

Me gusta Rayuela por Paris, por el club de la serpiente, por la Maga. Rayuela me inicio en el gusto de jazz Cool y del mate, me presento un Montevideo que todavía no conozco pero que me encantaría conocer.

Yo siempre he creído que todos en algún momento de nuestras vidas hemos tenido a nuestra maga, algunos como yo hemos tenido mas de una.


Sin más que decir:




Rayuela (Julio C.)

A su manera este libro es muchos libros, pero sobre todo es dos libros. El lector queda invitado a elegir una de las dos posibilidades siguientes:

El primer libro se deja leer en la forma corriente, y termina en el capítulo 56, al pie del cual hay tres vistosas estrellitas que equivalen a la palabra Fin. Por consiguiente, el lector prescindirá sin remordimientos de lo que sigue. El segundo libro se deja leer empezando por el capítulo 73 y siguiendo luego en el orden que se indica al pie de cada capítulo.

Capítulo 7

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.



Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

Julio Cortázar

Antichistes, 100% libres de humor (Garantizado)

domingo, 6 de abril de 2008



Nota: Este post no sólo no contiene nada interesante , tampoco tiene ni pizca de gracia. ¡Que lo disfruten!


El anti-humor es un tipo de humor indirecto que consiste en que el humorista cuente algo que es deliberadamente no divertido, o que no tiene ningún significado intrínseco. La gente espera algo chistoso o cómico, y cuando esto no sucede, la ironía en sí misma tiene un valor cómico.


En mi opinión personal si te ríes con el siguiente post tienes problemas.


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- ¿Qué pasa cuando combinas Rogaine y Viagra?

Una interacción de fármacos potencialmente mortales, ya que pueden causar una falla en el hígado, así que consulte a su doctor antes de mezclar cualquier medicamento.

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- Escuchaste el de el Gallego que se suicidó aventandose de un puente?

Estaba clínicamente deprimido, y se quitó la vida por su bajo autoestima.


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- ¿Por qué usan corbata los políticos? Porque su profesión requiere seriedad, y es importante que su apariencia tenga un grado de gravitas.

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- ¿Cuántos electricistas se requieren para cambiar un foco? Uno.

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- ¿Por qué las mujeres fingen orgasmos? Porque quieren darle la impresión a los hombres de que han llegado al clímax sexual.

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- Dos hombres están en un bar. Uno le dice a su compañero: "La otra noche me fijé y hay varios hombres que entran y salen de tu casa en la noche." Y el otro responde "Si, mi esposa ha recurrido a la prostitución para apoyar su hábito de drogadicción. Estoy buscando ayuda psicológica."

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- ¿Por qué no se venden aspirinas en la jungla? Porque no sería económicamente viable intentar vender farmacéuticos en una zona con poca población y con pobre infraestructura para transporte y comercio.

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- ¿Qué obtienes cuando cruzas un asno y a George W. Bush? Nada, los humanos y los asnos son incompatibles genéticamente y no se pueden reproducir.

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- ¿Cuál es la diferencia entre un tiburón y un abogado? Un abogado es una persona cuya profesión se basa en conducir demandas para sus clientes, ó en avisar acerca de los derechos y obligaciones legales y en materias civiles, mientras que un tiburón es una clase de pez mayormente cartilaginoso de tamaño medio a grande, con cuerpo fusiforme, branquias y piel dura, usualmente de color grisáceo, endurecida con diminutas tubulaciones, y son típicamente depredadores activos, a veces peligrosos para los humanos.

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Un propósito que deberíamos emular.

Recorriendo los bajos fondos del Internet buscando caricaturas Sydney Harris para un nuevo post de caricaturas poco convencionales, me he topado con la siguiente ilustración y el siguiente propósito de año nuevo. Y la verdad no he podido resistirme a postear el Propósito del buen amigo Alan P.





Voy a buscar las direcciones de todos los testigos de Jehová de mi barrio.
Voy a dedicarme a visitarlos en horarios sádicos y a darles la paliza intentando convencerlos para que se pasen al ateísmo.

Voy a dejarles unas revistas aburridas en las que les explicaré las ventajas de celebrar los cumpleaños y de no dejar a tus hijos morir por falta de trasplantes, y en las que aparecerán imágenes de sonrientes familias multirraciales bebiendo cerveza y haciéndose transfusiones de sangre.

Voy a marcharme, tras horas de forzar su hospitalidad, prometiendo que regresaré pronto para comentar la lectura de "El Origen de las Especies".
Alan P.
Advertencia de Pao Yu: La ilustración arriba mostrada fue tomada de la atalaya No 25, y fue puesta con un propósito puramente ilustrativo, su objeto es el de hacer burla únicamente a los testigos de Jehová y no intenta ser blasfema de ninguna forma. Si por alguna circunstancia eres testigo de Jehová, te ofende a ti o a tus creencias religiosas, o simplemente eres un Emo que se odia a si mismo. Haga favor de leer el siguiente apartado:

Si usted es testigo de Jehová o similar pinché
aquí

Chad Vader

miércoles, 2 de abril de 2008

Como ya he mencionado con anterioridad I’m a Geek y como todo nerd y/o científico que se precie, soy fan de Star Wars*, es por esto, que les presento las aventuras de "Chad Vader gerente de mini mercado"** desafortunado hermano de del tan famoso Darth Vader.

Aquí les presento el primero de varios capítulos disfrútenlo.




* créanmelo no es por seguir algún estereotipo.
** 7 eleven, xtra, oxxo…

La Luna

La luna, su fascinación y su misterio, sus diferentes modos de presidir la noche, su luz engañosa y fantasmal, son algunas de las razones que han llevado al hombrea a rendirle culto a esta compañera celeste de la tierra.

El libro de la Luna








La Luna

La luna se puede tomar a cucharadas

o como una cápsula cada dos horas.

Es buena como hipnótico y sedante

y también alivia a los que se han intoxicado de filosofía.


Un pedazo de luna en el bolsillo

es mejor amuleto que la pata de conejo:

sirve para encontrar a quien se ama,

para ser rico sin que lo sepa nadie

y para alejar a los médicos y las clínicas.


Se puede dar de postre a los niños

cuando no se han dormido,

y unas gotas de luna

en los ojos de los ancianos

ayudan a bien morir.


Pon una hoja tierna de la luna

debajo de tu almohada

y mirarás lo que quieras ver.

Lleva siempre

un frasquito del aire de la luna

para cuando te ahogues,

y dale la llave de la luna a los presos

y a los desencantados.

Para los condenados a muerte

y para los condenados a vida

no hay mejor estimulante

que la luna

en dosis precisas y controladas.

Jaime Sabines


Envíenle mi amor a los extraterrestres

martes, 1 de abril de 2008

El pasado lunes 4 de febrero los Beatles se convirtieron en estrellas de la radio desde una perspectiva completamente nueva.

La Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA) transmitió el lunes 4 de febrero la canción “Across the universe ” a trabes de la galaxia desde su antena gigante en Madrid y hasta la estrella del norte (Polaris).

Con este inédito lanzamiento la NASA celebro barios aniversarios.

El 40 aniversario de la canción.
El 45 aniversario de la red “espacio profundo”.
Y el 50 aniversario de la NASA misma.

“Envíenle mi amor a los extraterrestres” dijo Paul McCartney a la NASA.

Aun que la canción escrita por McCartney y Lennon viajara a la velocidad de la luz necesitara de 431 años para llegar a su destino final la estrella polaris donde si es que hay alguien que pudiera o deseara escuchar “Across the universe ” (yo espero que si) requerirá tan solo de una antena común y de un simple receptor de radio.